viernes, 15 de octubre de 2010

ISLEÑO


                                                ISLEÑO


... Y el picachón se hundió con fuerza en la tierra…

   -    ¡Mi abuelo compro todo esto, allá por los tiempos de España!
        Yo estaba parado a su lado tratando de contener la flojera.
-        Allá en el llano el campo es duro, pero aquí en la sierra el trabajo solo esta hecho pa´los isleños o sus descendientes que pal´caso es lo que queda.
-        La sierra de Gibara es un lugar agreste, a diferencia de la Sierra Maestra, parece haber sido abortada por el mar. Dije tratando de impresionarlo.
-        Aquí todo es diente de perro y piedras; hay muy poca tierra y eso que una buena parte de la que ves ahora la cargaron los isleños de allá abajo, del llano, a caballo o en jacas. Tuvieron que partirse el lomo, ¡y bien duro pa´poder dominar esto!
-        La verdad que…
-        …pero ya ves los plátanos que aquí se dan. Entonces fue cuando levanto la vista para perderla por todo el paisaje del llano que se nos ofrecía allá abajo hasta morir en los pies de la loma de la cruz.

Yo me quede mirando y descubrí que a veces las cosas no son como uno piensa o se las imagina, porque a fuerza de ver siempre la misma imagen de la loma de la cruz desde la ciudad de Holguín, o por el televisor, a uno se le olvida que tiene otras caras y puedo asegurar que desde aquí la vista es mas bonita…
-        Quisieran aquellos recoger allá lo que aquí arriba se da.
-        ¿Quiénes Bebi?  Le pregunte saliendo del ensimismamiento.
-        Los campesinos de abajo, los del llano. ¡Hasta el ajo de aquí es mas caro!,  y eso que es secano, pero dura más.

Y volvió a hundir el picachón en claro desafió al diente de perro. Yo lo seguí a la par buscando en aquel reguero de piedras los claros de tierra para sembrar las semillas de plátanos.
Un escalofrío acompañado de un sudor frío recorrió mi cuerpo. El cielo sin nubes dejaba escapar el clamor de los pájaros ante tanta seca. Una guacaica canto, recordándonos la hora.

-        El vino solo. Dijo al poco rato
-        ¿Quien? Atiné   a decir sujetándome de un tronco seco ennegrecido por la candela.
-        Mi abuelo.
-        ¿Y la familia?
-        No podía traerla, el dinero que tenia era para pagar el pasaje del barco y lo demás pa´ir comprando la tierrita.
-        ¿vino buscando fortuna?
-        ¡claro, como todos! Pero lo único que se encontró fue esto, y como las lomas se parecen a las que hay en Islas Canarias, no hecho pa´tras y metió mano.
-        ¡¿el solo?!
-        ¿y con quien más? Primero a golpe de hacha a tumbar el monte y quemar la baliza. Después a sembrar y cercar. ¿tu ves allí donde termina aquella cerca de piedras?
-        Si.
Ahí hay un buey enterrado que se reventó de tanto cargar piedras pa´la cerca…

…El picachón sonó sordo…

…Por un rato nos acompaño el cantar de un tocororo. Yo pretendía contrarrestar la respiración entrecortada. Solo atinaba a pensar que ese era mi primer día de trabajo en aquellos lugares, no podía quedar mal pero los escalofríos seguían subiendo anunciándome un desmayo.
-        -¡No te sientes, que se te corta el cuerpo!, muchacho, si se te corta después no sirve para nada.
-        -¿Quién dijo eso? Inquirí aferrado a un diente de perro como si fuese otra extremidad de mi cuerpo.
-        Mi abuelo… su padre se lo enseño…
-        si se corta o no, no importa, lo que importa es la voluntad. Dije un poco más aliviado reincorporándome al trabajo.
-        ¡Voluntad era lo que tenían estos canarios pa´poder dominar esta sierra, a fuerza de sacrificios. El viejo todos los días encendía una baliza para mantener el fuego y  ahorrar los fósforos cuando quisiera prender el tabaco. El agua tenían que cargarla del llano, cuando aun no tenían los aljibes, o llovía poco y no se podía recoger en las casimbas, como lo hacemos nosotros ahora. Con el agua que quedaba de una hervidura de plátanos, le daba para hervir tres veces más.
-        ¡No puede ser! Dije no se si con cara de asombro, de bobo, o casi al desmayarme.
-        Mira pa´bañarse lo hacían na´mas que los domingos, porque en la semana solamente se trapeaban; es decir, se pasaban un trapo con agua y alcohol. Todavía quedan gentes acá arriba que conservan esas costumbres.
-        Cojí un poco de aire y le seguí la conversación tratando de ganar tiempo:
-        Pero hizo un buen dinero, trajo a la familia, ¿no?
-        Sí, poco a poco se fue levantando, los plátanos y las frutas las iba a vender a Velasco, Gibara y Holguín. Todo eso a caballo.
-        ¿y la familia?
-        ná, cuando pudo pago el pasaje de la vieja, la niña tubo que venir escondida en un barril de manteca, de polizonte en el barco. Porque pa´ella si que no había plata pal´boleto.


Yo seguí la siembra, iba colocando las semillas de platazos con las manos o los pies, tapándolas a como diera lugar…
-        …Ponte pal´sur, siempre de espaldas pal´sur, así es como se siembra y la mata sale con más fuerza. Dijo Bebi sin quitarle la vista al picachón.
Esta vez no pregunte nada ya sabia yo de donde salían esas creencias.
-        ¡Pero fue comprando más terreno! Solo atine a decir.
-        Si, las cosas le fueron bien, administrándolas, llego a tener ocho caballerías de tierra y comprar la producción de otras fincas. De aquí salían camiones cargados de plátanos, sí, porque hasta acá subían los carros gracias a un camino empedrado que el mismo hizo y cuidaba personalmente. Todavía se ven por ahí algunos tramos que ha dejado vivir el monte. Saco la vista de la tierra y la perdió por el monte no se si en busca del canto del tocororo…

…El picachón entro desangrando la tierra…